jueves, 15 de abril de 2010

Nadie ofende a mi querida Dulcinea..


Sancho y yo proseguimos con nuestro camino. Nos detuvimos porque vimos a un vizcaino, y este se atrevio a ofender a mi fermosisima Dulcinea del Toboso... Mi bella Dulcinea, dama de mis ojos... Asi que para defender a mi amada decidimos pelear con el. Este era tremendo luchador, hasta logro herirme a mi en la oreja. Muy enojado y decidido con hacer pagar a ese hombre por lo que dijo, Rocinante y yo fuimos al ataque; lastimandole la cara al vizcaino. Baje de mi bello rocin, Rocinante, e iba a acabarlo a no ser de que admitiera que no hay mas bella que Dulcinea, lo que hizo obviamente asi que lo deje ir para que fuera y le pidiera a Dulcinea sus respetos. Reanudamos nuestro camino, Sancho penso que podiamos obtener algun dinero de el vizcaino, pero le asegure a Sancho que a ese hombre no se le podia obtener dinero. Despues nos detuvimos para un descanso y Sancho decide curarme la herida de la oreja. Entonces le conte acerca de un balsamo que lo cura todo al instante. Como no podiamos dormir en una iglesia porque habiamos ofendido a unos monjes, decidimos dormir al aire libre. Sancho saco una cebolla, pan y queso para cenar, tal vez no era un manjar pero me supo delicioso.

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